9 ene 2013

Las raíces de esta crisis

En este país mantenemos una actitud ambivalente hacia el poder. Cuando lo tenemos frente a nosotros, nos mostramos sumisos. Cuando nos da la espalda, lo criticamos y miramos de saltárnoslo. Es consecuencia de tantos siglos de totalitarismo, cuando las leyes e impuestos tendían a ser para beneficio del soberano de turno y toda su corte, impidiendo así crear un sentido de "el estado somos todos". Con una transición muy indulgente y demasiado reciente, se acabaron los reyezuelos con rulos y los dictadores con bigotito pero no así esa vieja mentalidad, la cual permanece instalada tanto en los pelacañas como en los poderosos, cada uno en su escala. Los poderosos, erigidos en émulos de los soberanos de antaño, tratan de afanar dinero, o evadir a paraísos fiscales, o colocar a la familia, o contentar a los de su calaña, o pactar encubrimientos. Los pelacañas conducen a más de 120 Km/h, o se cuelan en el metro, o defraudan a hacienda, o copian en los exámenes, o piratean películas. Se cumple de esta manera la máxima de que los gobernantes son un reflejo del pueblo al que representan.

Salir del atolladero en el que ahora mismo nos encontramos pasa ineludiblemente por substituir nuestra mentalidad por una conciencia social basada en la solidaridad, desterrando así tanto individualismo. Sin embargo, ello probablemente nos tome una generación en el mejor de los casos, por lo que, mientras tanto, únicamente queda una  alternativa.

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