15 ene 2013

Catálogo de fauna turística II - El turista ingenuo

El turista ingenuo va al encuentro de un mundo que ha idealizado, una mezcla de pasajes de libros y películas, historias de amigos viajeros, anuncios publicitarios y fantasías de la infancia. Llegados a destino, casi todos continúan viendo aquello que está en su mente, como cuando ves en tu pareja más lo que querrías ver que no lo que realmente es.

A este perfil va asociado el que podríamos llamar “efecto India”. ¿Cuánta gente ha regresado de ese país asegurando que le ha cambiado la vida? Todos deberíamos saber que la felicidad no es el resultado de una consecución de éxitos sino de una actitud. Sin embargo, mucha gente tiene que ir a lugares donde impera la miseria para, al ver a lugareños sonreír mientras trabajan en vertederos de basura, caer en la cuenta. Menudo descubrimiento.

Otra situación habitual se da al enfrentar la inexistencia del África romántica. Estás horas en un coche, botando a través de carreteras parcheadas, para de pronto, tras entregar una entrada y cruzar una barrera, penetrar en un recinto, a menudo vallado y sujeto a normas y horarios, lleno de cebras, jirafas, antílopes, elefantes, la fauna salvaje. Hasta entrar allí sólo habrás visto cabras y vacas. ¿Dónde están esas escenas de manadas enormes que corrían asustadas cuando sobrevolabas la sabana en avioneta? Algo de eso queda en Serengueti y Masai Mara, pero a cambio de encontrarte observando a un león sesteando con una docena de vehículos alrededor. Sin embargo, el turista ingenuo es capaz de pasar por alto estos detallitos sin pestañear. No los quiere ver, así que no los ve. Fácil, ¿verdad? Hace sus fotos, exclama sentirse fascinado por tanta belleza, y se vuelve al lodge a dormir.

La incidencia de este perfil en el entorno es secuela de la buena fe y la desinformación, ya que éstas le pueden llevar a cometer torpezas de lo más diversas. La más común consiste en la manía de dar de comer a la fauna salvaje como si estuviera en un zoo. Los animales cambian sus hábitos alimenticios y adquieren una dependencia que les lleva a la muerte cuando un buen día el turismo se encapricha con irse con sus cámaras a otra parte. También es un gran repartidor de caramelos entre los autóctonos, sin pensar en los daños que pueda producir en la dentición de personas cuya dieta carece de azúcar.

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