25 ene 2013

Arriba los brazos de madera

Las CUP es un partido de carácter asambleario que defiende modelos basados en democracia directa. En la declaración de intenciones del Parlament de Catalunya sobre la soberanía catalana, las CUP emitieron un voto favorable y dos abstenciones. ¿Por qué? Porque en el proceso asambleario previo, dos tercios de los afiliados votaron por la abstención y el resto a favor, y esa proporción se trasladó al Parlament.

En el PSC la cosa fue distinta. Todos votaron en contra excepto cinco, que evitaron votar. ¿Por qué? Porque la dirección del partido había indicado qué opción se tenía que votar, pero esos cinco no estaban de acuerdo. Como consecuencia, el PSC procede a sancionar a estos díscolos por saltarse la llamada disciplina de partido.

Disciplina, qué palabra más militar, pero qué habitual. En muchos partidos se indica a todos los diputados qué opción deben votar o incluso cuál debe ser su posicionamiento público ante cuestiones delicadas. Entonces, ¿para qué sirve toda esa gente? Si en un parlamento hay X representantes adscritos a un partido que impone esta disciplina, ¿para qué van al parlamento? Que se presente un único señor y vote en nombre de los X diputados. Cuando menos, todo ese dinero que nos ahorrábamos manteniendo a X brazos de madera.

Pero en este juego de los disparates podemos ir más allá. Cuando en unas elecciones se impone por mayoría absoluta cierto partido que se rige por la dichosa disciplina, ¿para qué van todos, incluidos los de la oposición? ¿No basta con que vaya uno, informe de la decisión y dé por cerrada la sesión? De hecho, ¿no bastaría con un telefonazo? A ese señor, ¿no le podríamos llamar caudillo? ¿Qué democracia es ésta?

En suma, este modelo representativo de democracia permite la deriva hacia prácticas propias de un sistema totalitario tutelado por los poderes fácticos. Cada cuatro años elegimos al dictador, éste elige a sus consejeros y empieza a tomar decisiones.

Esto no puede ser así. Se impone la adopción de modelos participativos que substituyan los cheques en blanco, el seguidismo y la ausencia de debate.

Si hemos de ser pobres, al menos que sea fruto directo de nuestros errores.

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