25 dic 2012

Sobre los nuevos totalitarismos

En nuestra sociedad, como en tantas otras, hay un amplio consenso a la hora de considerar el robo como delito. En consecuencia, el Estado asume como propia esta consideración y, en nombre de los ciudadanos a quienes representa, legisla en contra del robo, lo persigue y lo condena. Esto es lo normal en una democracia representativa, a saber, los valores de la comunidad yendo de abajo hacia arriba.
  
Lo anormal es cuando el Estado posee unos valores que impone a la ciudadanía, de arriba hacia abajo. Esta es la práctica propia del totalitarismo. El régimen nazi, por ejemplo, consideró que las personas con minusvalías congénitas eran un lastre social y una amenaza racial, así que impuso la ejecución institucionalizada de miles de disminuidos físicos y psíquicos. Hizo luego lo mismo con homosexuales, comunistas y, finalmente, con gitanos y judíos.
  
Ahora, ante la reforma legislativa impulsada por Gallardón el progre con la que se pretende prohibir a las mujeres decidir abortar (o no) tras constatar malformaciones en el feto, resulta paradójico que el fachanderío defensor de esta reforma compare la actual legislación con la eugenesia nazi. No nos equivoquemos. Ante una cuestión carente de respuesta como es la consideración de un feto como un ser vivo sintiente, consciente y con derechos, hasta ahora el Estado se ha inhibido y ha delegado la decisión en la mujer, en la ciudadanía. Con la reforma, el Estado quiere imponer su propia moral e ideario como en su día lo hizo el estado nazi.
  
En las encuestas, más de un 80% de la población se posicionaba en contra de la reforma de la ley del aborto, mientras que apenas un 11% lo hacía a favor. Y, sin embargo, es probable que el Estado perpetre la reforma. ¿Es normal? ¿Es esto democrático?
  
Así las cosas, llegado el momento, es de suponer que anunciarán la aprobación cualquier viernes. Se ha convertido en el día de la semana en el que tocan a muertos en la Moncloa, solo que han cambiado campanas y cuerdas por cisternas y cadenas de inodoro. Tirando de ellas desaguan nuestra libertad por las cloacas de la pretendida democracia.
 

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