Shoah es el término hebreo comúnmente utilizado para designar el
exterminio de millones de seres humanos durante la barbarie nazi. En castellano
viene a significar Holocausto, término
al que algunos añaden el adjetivo “judío”. Sin embargo, dado que hubo otros
colectivos aniquilados y todos ellos merecen nuestro reconocimiento, prefiero llamarle
Shoah sin más.
Aclarada la terminología, quisiera comentar que de un tiempo a esta
parte vengo observando la extensión a multitud de debates del uso de la Shoah
integrada en algún tipo de argumento.
Discutiendo sobre la doctrina vegana, por ejemplo, es común tener que
oír que los métodos usados por la industria cárnica no difieren de los
empleados en los campos de exterminio nazis. Es la manera que tienen de
llamarte cínico por mostrar dolor por una tragedia mientras dejas que suceda otra,
a su entender, igual. En su estrechez de miras, dan por sentado que el consumo
de carne equivale a desprecio a la vida animal.
También este uso se observa en la polémica sobre la ocupación de
Palestina por parte de Israel, cuando alguno que otro sugiere que los judíos
sacan provecho de la Shoah en una especie de chantaje emocional. Generalizando
de manera burda, identifican el estado de Israel con toda la cultura judía y
consideran que el mundo occidental no hubiera tolerado que esos, los judíos, enviaran
tanques y aviones si los campos de la muerte nunca hubieran existido. Salvo que
el ponente de esta línea argumental sea idiota, que tampoco es descartable, lo
cierto es que desprende un claro tufo antisemita.
En estas cuitas tampoco podía faltar nuestra insigne derecha patria, ahora
obcecada en ver nazis marcando casas judías donde sólo hay desahuciados poniendo
adhesivos. Se trata de esa nueva derecha que se ha erigido en adalid de la
democracia. Cómo no iba a ser así, con lo bien que les va, incluso mejor que en
los tiempos de los dictadores con bigote.
De manera general, con independencia del debate a tratar, considero que
hemos de mostrarnos del todo intolerantes ante esta utilización por mezquina y
frívola de la Shoah.
Una tragedia de semejante magnitud tiene que ser estudiada, documentada,
explicada, recordada, pero jamás esgrimida como argumento de nada, aunque a uno
le parezca un argumento de lo más sólido. Insisto, jamás. Poco valor tendrá una ideología, sea
la que sea, si necesita servirse de la Shoah para defender cualquiera de sus tesis.
Es una vergüenza que alguien se apodere del silencio de millones de personas
para defender una postura, no importa cuál. Se trata de personas despojadas de
su existencia, de proyectos de vida amputados, de sueños convertidos en
pesadilla, de abrazos arrancados, de despedidas, llantos, dolor y humillación. Se
trata de hombres y mujeres, de ancianos y niños, de judíos, gitanos,
homosexuales y discapacitados. Cada vez que nos servimos de su muerte,
banalizamos su memoria. No. Nunca.
La Shoah en sí, como hecho histórico y como concepto, es un cementerio, y en él hemos de observar una conducta especialmente respetuosa y humilde. Es
lo menos que podemos hacer en la medida en que todos y cada uno de nosotros,
como miembros de la misma especie, tenemos nuestra parte de responsabilidad.
Asumámosla antes de ponernos a jugar a los intelectuales ingeniosos.
2 comentarios:
Muy acertado. Estoy totalmente de acuerdo: no se pueden banalizar, trivializar, hechos como los ocurridos en el Holocausto nazi.
Me ha gustado tu manera de explicarlo, siempre he pensado en ello, pero el concepto del chantaje emocional lo clarifica todo!! Buena entrada
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