Recuerdo de niño el día en que un
maestro, para dárselas de erudito, nos preguntó si alguna vez habíamos visto un
espejo. Nosotros inmediatamente asentimos, tal y como él esperaba, así que se
dispuso a dejarnos con la boca abierta. Ciertamente, es un objeto escurridizo,
puesto que siempre que lo intentas mirar acabas viendo tu propia imagen, y su
argumento fue por ahí. Era su día, así que al final nos convenció de que era
imposible ver un espejo.
Esta anécdota la he tenido
siempre muy presente. Por suerte, quiso la vida que mi formación siguiera la
senda de la Física (teórica, valga la redundancia), con lo que tiempo y
recursos he tenido para superar con creces las incertidumbres sembradas por
aquel malévolo maestro. Ahora, si me lo encontrara, le replicaría preguntándole
si alguna vez ha visto una mesa, así, tal cual. No creo que eso vaya ocurrir y
tampoco quiero imitarle, así que trataré de explicar de qué estamos hablando
cuando aseguramos estar viendo una mesa.
La Física postula que todo cuerpo
permanece en un mismo estado mientras no interactúa con su entorno, algo que podría
tomarse como definición de interacción. Así, la pelota permanece en el suelo
hasta que el niño la patea. Así, la luz prosigue su camino rectilíneo mientras no
encuentra un obstáculo. Y ese obstáculo va a ser la mesa en nuestro ejemplo.
Veamos qué ocurre.
En el momento en que los fotones
alcanzan los átomos de la superficie de la mesa se produce una interacción electromagnética
que se traduce en que los fotones son absorbidos a cambio de alterar el estado
de dichos átomos. En general, esta alteración se traduce en que los átomos
adquieren velocidad, lo cual a efectos macroscópicos es hablar de aumento de
temperatura. Sin embargo, a veces un fotón tiene la energía exacta que necesita
el electrón de un átomo para saltar a una órbita superior. Cuando el encuentro
se produce, el electrón absorbe el fotón y salta a la órbita excitada gracias a
esa energía que ha incorporado. Al rato, como todo sistema alterado tiende a
recuperar el equilibrio, el electrón decae y vuelve a la órbita estable a
cambio de emitir un fotón de esa misma energía. La única diferencia entre el
fotón entrante y el saliente es la dirección. El fotón entrante provenía de una
fuente de luz concreta mientras que el saliente toma una dirección al azar. Por
lo demás, ambos fotones tienen la misma energía, lo cual equivale a decir que
tienen las mismas frecuencia y longitud de onda, eso es, el mismo color.
Finalmente, estos fotones
emitidos por la mesa llegan a nuestros ojos, donde son absorbidos por los
átomos que conforman la retina, lo cual desencadena una corriente eléctrica que
se propaga a través del sistema nervioso central. En algún momento y de algún
modo, esta corriente se traduce en nuestra conciencia en la convicción de estar
viendo una mesa.
A esto le llamamos estar viendo
una mesa.
Desde una perspectiva
macroscópica, la luz incide sobre la mesa y es absorbida a excepción de cierto
espectro de longitudes de onda que corresponde con el color de la mesa y que es
dispersada en todas direcciones, y esta alteración se transmite a nuestro
sistema nervioso para revelar la existencia de una mesa. El resto de luz, la
que es absorbida, va calentando la mesa aunque no indefinidamente, ya que los
átomos tienden a perder velocidad a base de emitir fotones en el espectro
infrarrojo, lo cual conduce a una temperatura de equilibrio. Esta luz
infrarroja no la percibimos por estar fuera de nuestro espectro visible, por
nada más. De lo contrario, también formaría parte de nuestra visión de la mesa,
y la veríamos distinta.
Para algunas personas lo
explicado será una obviedad, para otras será un rollo. Lo siento, y no lo digo
con ironía. En la divulgación científica cuesta calibrar con qué interés y base
cuenta el público. Pero es que a mí me parece una maravilla comprender la
infinidad de fenómenos que ocurren en algo tan cotidiano como es observar una
mesa. Y todavía lo será más cuando identifiquemos y profundicemos en algunas
preguntas que para algunos ya estarán flotando en el aire. Me gusta intentar
compartirlo.
Aunque ahora no lo parezca, mi
objetivo final es dar un enfoque racional a un tema tan inaccesible como la
muerte. ¿Se puede hablar de un tema así prescindiendo de charlatanes
paranormales? ¿Uno puede asegurar que no hay consciencia tras la muerte? ¿Qué
es la consciencia?
Este objetivo tan sensacionalista
sólo es un pretexto que sirva de acicate para seguir el camino durante el cual en verdad voy a intentar reflejar la belleza de la Física. Sí, he dicho bien, belleza, la mayor que uno
pueda imaginar jamás.
Pero vayamos por partes, paso a
paso, así que mejor sigámonos preocupando por la mesa. ¿Qué es una maldita mesa?
Creo que me he metido en un buen
jardín.
1 comentario:
No es dificil seguirte , pero es entretingut. No son murphys pero ja en porto 3.
M'agrada la filosofolinguistica.
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