5 mar 2013

¿Has visto alguna vez una mesa?

Recuerdo de niño el día en que un maestro, para dárselas de erudito, nos preguntó si alguna vez habíamos visto un espejo. Nosotros inmediatamente asentimos, tal y como él esperaba, así que se dispuso a dejarnos con la boca abierta. Ciertamente, es un objeto escurridizo, puesto que siempre que lo intentas mirar acabas viendo tu propia imagen, y su argumento fue por ahí. Era su día, así que al final nos convenció de que era imposible ver un espejo.

Esta anécdota la he tenido siempre muy presente. Por suerte, quiso la vida que mi formación siguiera la senda de la Física (teórica, valga la redundancia), con lo que tiempo y recursos he tenido para superar con creces las incertidumbres sembradas por aquel malévolo maestro. Ahora, si me lo encontrara, le replicaría preguntándole si alguna vez ha visto una mesa, así, tal cual. No creo que eso vaya ocurrir y tampoco quiero imitarle, así que trataré de explicar de qué estamos hablando cuando aseguramos estar viendo una mesa.

La Física postula que todo cuerpo permanece en un mismo estado mientras no interactúa con su entorno, algo que podría tomarse como definición de interacción. Así, la pelota permanece en el suelo hasta que el niño la patea. Así, la luz prosigue su camino rectilíneo mientras no encuentra un obstáculo. Y ese obstáculo va a ser la mesa en nuestro ejemplo. Veamos qué ocurre.

En el momento en que los fotones alcanzan los átomos de la superficie de la mesa se produce una interacción electromagnética que se traduce en que los fotones son absorbidos a cambio de alterar el estado de dichos átomos. En general, esta alteración se traduce en que los átomos adquieren velocidad, lo cual a efectos macroscópicos es hablar de aumento de temperatura. Sin embargo, a veces un fotón tiene la energía exacta que necesita el electrón de un átomo para saltar a una órbita superior. Cuando el encuentro se produce, el electrón absorbe el fotón y salta a la órbita excitada gracias a esa energía que ha incorporado. Al rato, como todo sistema alterado tiende a recuperar el equilibrio, el electrón decae y vuelve a la órbita estable a cambio de emitir un fotón de esa misma energía. La única diferencia entre el fotón entrante y el saliente es la dirección. El fotón entrante provenía de una fuente de luz concreta mientras que el saliente toma una dirección al azar. Por lo demás, ambos fotones tienen la misma energía, lo cual equivale a decir que tienen las mismas frecuencia y longitud de onda, eso es, el mismo color.

Finalmente, estos fotones emitidos por la mesa llegan a nuestros ojos, donde son absorbidos por los átomos que conforman la retina, lo cual desencadena una corriente eléctrica que se propaga a través del sistema nervioso central. En algún momento y de algún modo, esta corriente se traduce en nuestra conciencia en la convicción de estar viendo una mesa.

A esto le llamamos estar viendo una mesa.

Desde una perspectiva macroscópica, la luz incide sobre la mesa y es absorbida a excepción de cierto espectro de longitudes de onda que corresponde con el color de la mesa y que es dispersada en todas direcciones, y esta alteración se transmite a nuestro sistema nervioso para revelar la existencia de una mesa. El resto de luz, la que es absorbida, va calentando la mesa aunque no indefinidamente, ya que los átomos tienden a perder velocidad a base de emitir fotones en el espectro infrarrojo, lo cual conduce a una temperatura de equilibrio. Esta luz infrarroja no la percibimos por estar fuera de nuestro espectro visible, por nada más. De lo contrario, también formaría parte de nuestra visión de la mesa, y la veríamos distinta.

Para algunas personas lo explicado será una obviedad, para otras será un rollo. Lo siento, y no lo digo con ironía. En la divulgación científica cuesta calibrar con qué interés y base cuenta el público. Pero es que a mí me parece una maravilla comprender la infinidad de fenómenos que ocurren en algo tan cotidiano como es observar una mesa. Y todavía lo será más cuando identifiquemos y profundicemos en algunas preguntas que para algunos ya estarán flotando en el aire. Me gusta intentar compartirlo.

Aunque ahora no lo parezca, mi objetivo final es dar un enfoque racional a un tema tan inaccesible como la muerte. ¿Se puede hablar de un tema así prescindiendo de charlatanes paranormales? ¿Uno puede asegurar que no hay consciencia tras la muerte? ¿Qué es la consciencia?

Este objetivo tan sensacionalista sólo es un pretexto que sirva de acicate para seguir el camino durante el cual en verdad voy a intentar reflejar la belleza de la Física. Sí, he dicho bien, belleza, la mayor que uno pueda imaginar jamás.

Pero vayamos por partes, paso a paso, así que mejor sigámonos preocupando por la mesa. ¿Qué es una maldita mesa?

Creo que me he metido en un buen jardín.


1 comentario:

Anónimo dijo...

No es dificil seguirte , pero es entretingut. No son murphys pero ja en porto 3.
M'agrada la filosofolinguistica.